Mientras soñaba una
lluvia de reflejos sobre cristales rotos en la seda de un lago quieto donde una
rana croaba enamorada al desdén de un
viento ingenuo y antiguo que nada le decía cuando junto a ella pasaba y aun así
seguía arrobada en el canto que regalaba sin pedir a cambio siquiera una mirada
o un leve desvío de pensamiento o quizás una caricia tan solo que fuese lo
suficientemente delicada como para sentir que para él en algún momento sería,
me sentí ella, sentí lo que ella sentía, me sentí vivo, me sentí más yo que jamás lo había sido y
probablemente sería.
¡El futuro del país!
Hace 10 años