En las carcomidas maderas del barco de los
espurios habitan las cucarachas, entre la putridez de los húmedos restos de
alimentos desechados. Y no y necio y solo, alguien asciende una espiral bajo el
espectro de la luminosa timidez de un
rayo clavado en su lengua glacial, junto a miles de seres enhiestos, cubiertos
por mantos, de desgastado aspecto, tejidos por manos de niños tullidos, de
niños turbados, junto a almas que nadan al lado de barcas cruzadas por barqueros ciegos
en busca de anclados cerberos a la tierra, en espera de un óbolo que nunca
llega.
En la tierra vacía, el hombre brega,
ciego, alucinado, en busca de nada, olvidado.