
Voy a dejar mis manos enredadas en tu pelo, como un lamento largo, profundo, muy de dentro; y mis ojos en las tuyas, tan lloradas de miradas, en lágrimas de lluvia, ausente ya de agua; y mi alma entre tu piel, nadando en ella, perfumada; desgarrada de plegarias no atendidas, en este tiempo de aflicciones, de espacios sumidos en vacíos que no hablan. Voy a dejar mi vida sin palabras hasta que la eternidad me lleve a la tierra de los lirios, de las rosas, de los niños, fuera de noches, fuera de fríos, fuera de soles que no calientan, de estrellas que no brillan, de lunas que no iluminan, fuera de nadas. Me voy a ir a la tierra de los sueños, donde quiero vivir, de donde no quiero salir; ahí, dentro, muy dentro de ti. Y en ti sólo morir, morir de ti. Y es que, simplemente, me tengo que ir, porque ya me llaman y he de partir.