No es desde dónde,
o desde cuándo,
sino la poesía,
el hilo suave de una palabra
que desliza el agua
de un templo anciano,
como cuando buscaba el brillo
bajo la lluvia rosa
mientras pisaba los charcos
el destino
sin apenas oír nada,
levitando entre las gotas esparcidas
por un suelo de alacenas.
Entre lirios sembré el llanto
en un oscurecido día.
Anoche vestí el viento de mis ojos
y levanté la vista,
la madera sobre los hombros,
ya casi anciano,
de nazareno eterno, olvidado,
vestido.
Todo es palabra y no lo sé.
Ni quién.
Dicen que vieron a mi amigo
abajo, en la noche larga,
en la otra orilla del río.